domingo, 6 de octubre de 2013

Otoño tardío

Miguel se despertó hambriento aquella mañana. Medio dormido se dirigió a la parte posterior de la casa, la que comunicaba con el pequeño bar. 
Entró y fue directo al mostrador de las bebidas. A parte de prepararse un tentempié caliente, su cuerpo, aún resacoso de la noche anterior, le pedía un gin tonic...así, que casi sin pensarlo se dio cuenta que tenia la coctelera en sus manos y que que la estaba llenando de licor.

De repente escuchó un ruido en el silencio, que le hizo girarse hacia el ventanal...y fue entonces cuando por sorpresa, leyó el mensaje escrito del cristal.


Tuvo que salir a fuera, para poder dar crédito a lo que parecía intuir. Alguien, había escrito la palabra ayuda, en el vidrio de la entrada. Miguel, aun medio dormido, se tomó de golpe el gin tonic. Su mente se disparó por segundos y la adrenalina corría por sus venas a toda velocidad. 

No podía ser cierto, debía tratarse de una broma pesada...pero era tan real... De repente, el sonido estruendoso del móvil, le saco de ese estado. Y al otro lado del auricular, la tan familiar risotada de Paco, le ayudaba a recordar, que hoy domingo ,día de descanso, tocaba trabajar en el campo. Su hermano ya le había advertido el día anterior, de que si se pasaba en la juerga nocturna, por la mañana tendría un macabro despertar...

Era día de siega, pues extrañamente ese año, todo venia tardío y ya entrados en el mes de octubre, empezaban a cosechar lo que siempre habían hecho a mediados del estival verano.


Se vistió a medio gas, pensando en como devolverle la pesada broma a su hermano. Desde su tierna infancia, habían sido compañeros de juegos y rivales a la vez. Una extraña competencia había surgido entre ellos. Se discutían a menudo, pero no podían vivir el uno sin el otro. Su vínculo era muy especial y ambos sabían que no podía ser de otra manera, pues eran gemelos.

Cuando llegó al campo, vio a su hermano que le saludaba con una gran sonrisa desde la máquina cosechadora. Definitivamente, pensó que no debía haber salido la noche anterior, pues ahora le tocaba a él realizar el trabajo sucio y más pesado, el de repasar cada hilera verificando que no hubiese quedado ninguna espiga sin segar. Y con el calor, que empezaba a hacer, todavía se le hacía más cuesta arriba el trabajo.


Pero, el simple hecho de poder ir urdiendo una trama para vengarse de la broma matutina de su hermano, hizo que las horas de sol fuerte se pasasen con una cierta velocidad y que poco a poco, la brisa del atardecer, lo hiciese volver a la realidad.
Había sido una larga jornada de trabajo, pero había valido la pena, pues ya tenían cosechado todo el campo, ahora tocaba liar los fardos y recogerlos al día siguiente.

Paco se bajó de la máquina cosechadora y se dirigió hacia Antonio. Al llegar le dio un abrazo enorme y una palmadita en la espalda y le dijo: macho, te has comportado como un hombre. ¡Creo, que nos merecemos unas cervecitas frescas y un buen pedazo de manchego!
Quien podía resistirse a esa sonrisa tan encantadora que tenía su hermano. Realmente, más de una vez les había sacado de apuros delante de su madre y gracias a ella, se habían librado de más de una bronca.

Se dirigieron a su rincón favorito, el del viejo empaquetero, como ellos llamaban a la maquina de llevar los fardos, que hacía al menos diez años había dejado de funcionar.


Allí estuvieron un buen rato, hasta casi el anochecer. Realmente, cuando estaban juntos el tiempo volaba veloz y las confidencias siempre andaban acompañadas de risas y carcajadas.

De repente Antonio recordó que no había devuelto la broma a Paco y entonces, su rostro se torno serio y mirando fijamente a su hermano le dijo: tío, ¿sabes a quien vi anoche?
Paco intrigado respondio: no. ¿Cuenta? Cuenta...
Y Antonio con una sonrisa intrigante en sus labios, soltó a media voz: a Marta...
La cara de Paco cambió por segundos y el silencio selló su voz.

La venganza estaba servida...ahora solo le faltaba hilvanar la historia, tejer esa sutil trama, y dejar que Paco por un tiempo, experimentase el terror que él había padecido esa mañana. Siendo consciente que, al día siguiente su querido hermano Paco, volvería a la carga con una nueva broma. Ellos eran así y en el fondo, le gustaba.