En el camino de la vida, muchas veces, al reposar te das cuenta de la ausencia del amor.
Es cuando nos paramos, cuando tomamos distancia, que observamos cuanto lejos está el amor.
Es cuando el pensamiento atiborra de palabras nuestros oídos y de repente, dejamos de escuchar nuestro corazón.
Entonces, surgen las lamentaciones, la tristeza y el dolor.
Pero si somos capaces, de calmar nuestra mente, escucharemos el sonido que día tras día y noche tras noche, nos mantiene en vida. Su vibración imperturbable retumbará en nuestros oídos y de repente sabremos, que el amor no se encuentra fuera, sino que surge de nuestro interior.
Solo entonces, retomaremos con fuerza nuestro camino, serenos y poderos, y seremos capaces de arriesgarnos una vez más.
Tal y como decía Stendhal: "El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio".
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