domingo, 24 de marzo de 2013

La galletas de la abuela de Caperucita Roja

Empecemos esta historia como todas las historias...

Había una vez... un mágico e increíble libro de cocina, titulado " La cuisine des fées", en él Christine Ferber, la gran dama de la Alsacia, especialista en mermeladas, nos sumerge en unas deliciosas recetas, que ilustran el mundo mágico de los cuentos de hadas. 

En el podemos encontrar los originales "dedos de hada a la flor del naranjo", "dientes de lobo al anís", "pasta de oso", "las galletas de mantequilla de la abuela"... y hasta unas 70 recetas, introducidas con un pequeño cuento infantil, como "piel de asno", "caperucita roja", "la cenicienta", "pinocho"... acompañados todas ellas de las evocadoras imágenes de Bernard Winkelmann.

De la mano de la gran Amazon llegó esté libro desde el corazón de Francia a mi casa. Ojearlo fue toda una maravilla y hace unos días decidí poner en práctica algunas de sus recetas. Uno de mis cuentos preferidos es el de "Caperucita Roja" de los hermanos Grimm. No se cuantas veces lo habré escuchado y explicado. He llegado a escuchar hasta tres versiones diferentes, desde que el lobo encierra a la abuelita en un armario, hasta que el cazador lo mata y luego saca de la barriga a ambas...bueno, historias que ayudan a que el cuento sea mejor visto a los ojos de los niños. Yo me quedo con el de toda la vida, con el que tras comerse a la abuelita, la suplanta en la cama y al llegar caperucita se inicia el dialogo más genial de los cuentos de hadas: - abuelita, abuelita...que ojos más grandes tienes?...- como acaba ya lo sabemos todos, se la come y luego, aparece un cazador a salvarlas.


Así que de este cuento, os traigo "las galletas de la abuela de Caperucita Roja", pero... dejemos los cuentos de hadas para otro momento y pongámonos manos a la obra.

"Las galletas de la abuela de Caperucita Roja o mi versión de las galletas de mantequilla de la abuela de la Cuisine des Fées"

- 100 gr de harina de trigo
- 50 gr de azúcar
- 50 gr de mantequilla
- 1 cucharadita de levadura química
- 15gr de almendras peladas y molidas
- 2,5 cl de leche
- 1 huevo

Primero ponemos el horno a calentar a 180 ºC y una vez elaboradas las galletas las hornearemos durante 15 minutos o el tiempo en que veáis que quedan doraditas.
Tomamos un bol, en el cual derretimos la mantequilla en el microondas. Con un minutito es más que suficiente. Añadimos el azúcar y mezclamos bien. Si tenemos una batidora de varillas, conseguiremos una mezcla más homogénea y cremosa.
Posteriormente, tamizaremos la harina a la cual le habremos añadido la levadura. Mezclaremos nuevamente. Veremos que la mezcla, que inicialmente era cremosa, se vuelve poco a poco más solida. Y se nos hace como bolitas. No os preocupéis, podéis seguir utilizando la batidora de varillas, sin ningún problema.
Llegados a este punto, añadiremos las almendras molidas y la leche. Yo intento añadirlas juntas, para poder continuar trabajando con la batidora de varillas. Veréis que al entrar la pasta en contacto con la leche se empieza a ligar un poquito.
Ahora es el momento, de continuar trabajando con las manos. Se trata de amasar un poquito la masa, para que coja más cuerpo. Una vez amasada de afuera hacia dentro, formamos una bola con ella y la cubrimos con papel film y la dejamos reposar durante una hora en la nevera.
Pasada la hora, sacamos la masa y preparamos un espacio en la cocina, espolvoreado con harina para estirar la masa. Tomamos moldes con formas, lo ideal seria uno circular, para emular las auténticas galletas de mantequilla Bretonas, pero, como no disponía de ninguno, opte por uno con forma de estrella, para tratar de dar magia a los dulces bocados que iba a hacer.
Disponemos sobre una bandeja de horno, previamente preparada con papel para cocinar, las galletas dejando una separación de unos 6 centímetros para que al hornearse y crecer no se lleguen a juntar.
En este punto, tomamos el huevo que hemos batido y pintamos las galletas. Damos una primera capa y dejamos que las impregne. Posteriormente, volvemos a pintarlas con una segunda capa.
Y ya las tenemos listas, para hornearlas durante unos 15 o 20 minutos, en función de lo crujientes que queréis que queden.


He de confesaros que este experimento culinario fue muy grato para mí, ya que desde que pisé la Bretaña hace unos años, quede fascinada por el increíble gusto de les galettes bretonnes y sorprendentemente, estas galletas de la abuela de Caperucita Roja, tiene un gusto muy similar.

Si os apetece, en lugar de pintarlas con el huevo, podéis decorarlas con un poquito de azúcar, pasado por agua. Se toma una cantidad de azúcar y se mezcla con unas gotas de agua. Se amasa y se pone encima de las galletas. Veréis que al hornearse, el resultado es espectacular, ya que queda una ligera capa brillante y super crujienteee.


En fin...las hagáis como las hagáis, seguramente estarán deliciosas. No lo dudéis, explicarme como os han quedado o si os han gustado. La vida está llena de momentos mágicos y en nuestras cocinas, cada día creamos de nuevos.


Y colorín colorado...este cuento se ha acabado.

 

 

jueves, 21 de marzo de 2013

El secreto de Bruna

Asomaban los primeros rayos de una gélida mañana. Todo estaba en silencio, en aparente calma. A lo lejos empezó a sentirse un pequeño rumor. A medida que el rumor se acercaba, su onda vibratoria se podía sentir bajo la férrea tierra. Eran los primeros visitantes, aquellos a los cuales los domingos les gustaba madrugar, para disfrutar de la naturaleza en su pleno apogeo, desde el alba al ocaso.


Ese día, aparentemente iba a ser muy especial, pues Bruna celebraba su octavo cumpleaños y tras casi media noche sin dormir, sabía a ciencia cierta, que hoy encontraría un tesoro fantástico en el campo.

No obstante, desde hacia tres años, ese día se había vuelto muy triste para sus padres, ya que su gemelo, del cual ella casi no tenia recuerdo, había abandonado este mundo para ir a poblar el cielo.

Pero Bruna, seguía viéndolo, lo sentía muy cerca, sobretodo cuando estaba en contacto con la naturaleza.


No se atrevía a contárselo a sus padres, pero por las noches, cuando miraba la luna llena, su ojo izquierdo empezaba a brillar, como si de un faro se tratase. Y cuando llegaba la primavera y con ella las alergias, en los amaneceres miles de estrellas brillaban a la luz del sol.

Su abuela, solía decirlo a menudo: -esta niña tiene un don!. Y ella, como si de un mantra se tratase, desde hacia tres años, durante cada primavera, se lo repetía a si misma. Por eso, lo sabia, este día iba a ser muy especial.

Empezó a caminar rodeando el sendero que la acercaba hasta el lago.  Conocía cada rincón de memoria, tanto que casi podía hacerlo con los ojos cerrados. De repente, cuando asomaba tras los arbustos que tocan la orilla del lago, los vio aparecer. Surcaban el cielo decididos, graznando con fuerza.


Bruna al verlos, sonrió para sus adentros. Sabia que lo conseguiría, que estaba ya muy cerca de encontrar su tesoro. Era una señal inconfundible, los patos siempre traen buenas nuevas. Lo había leído en uno de esos libros viejos, que papá guardaba en los estantes altos de la librería. Siempre pedía permiso para verlos y tras recibir el si de papá, tomaba el taburete de la cocina y escalaba a lo mas alto. Una vez en sus manos, lo abría con delicadeza y miraba atentamente las fotos, leyendo lo que en letra más grande estaba escrito debajo. Si, sin duda, era una muy buena lectora para su edad.

Si algo la hacia disfrutar, era coger su caleidoscopio, el que se había construido con una botella de cristal llena de flores secas, y  a la luz del sol, utilizarlo para leer, como si de una lupa mágica se tratase. Le encantaba ver los reflejos, e imaginar las palabras imposibles.


Sin duda era una pena no tenerlo ahí, en esa expedición cerca del lago. Seguro que le hubiese venido muy bien, para poder mirar al horizonte, hacia donde volaba la manada de patos, ya que sin duda alguna,  hacia ahí tenia que ir. Se sentía como una intrépida aventurera, como los piratas que surcan los mares. Fue entonces cuando tropezó con una piedra enorme y cayo de narices al suelo.

Allí, tumbada de bruces, miro sus manos, se le acababa de clavar una astilla en una de ellas. Le dolía un poco, pero, resistiría hasta volver junto a papá, para que mamá, le limpiase y curase la herida. Se sentía un poco torpe, como no había visto esa piedra. Y para colmo, parecía que se había roto sus queridos pantalones rojos. Eso, si que era peligroso, mamá se iba a enfadar. Suerte de la abuela, que saldría en su defensa diciendo: -cariño, son cosas de niños. Eso es lo que más le gustaba de la abuela, que siempre salia en su defensa. 

Entonces, escucho un ruido, se giró hacia su lugar de proveniencia y allí la vio, quieta, olisqueando y mordisqueando una pequeña bellota.


Se giró y la miró sorprendida. Entonces, Bruna sintió que su ojo empezaba a brillar, a centellear. La pequeña ardilla, saltando se acerco tímidamente a ella. Bruna estiró su mano y la pequeña se dejo tocar. Mientras la ardilla la olisqueaba, Bruna sentía como su corazón latía y latía, con una fuerza inusual. Estaba muy nerviosa ya que había reconocido su tesoro y en su sino más profundo, sabía que tenía que llevársela con ella.

Pero ¿cómo iba a hacerlo? Las ardillas por naturaleza son salvajes... Entonces recordó, que llevaba un pedazo de galleta en su bolsillo y se lo ofreció. La ardilla, se acercó más a ella, subiéndose a una pierna y empezó a comer de su mano.

Sin duda alguna ese día de primavera empezaba a ser especial. La pequeña ardilla, sorprendentemente, después de acabar la galleta, se acurruco tranquilamente en su barriga y así, la una con la otra unidas, Bruna entrecerró sus ojos y miró hacia su alrededor.


El sol empezaba a brillar con fuerza.  Se sentía muy feliz, pues sabía que tenía una nueva amiga, que nombre le pondría. Era una decisión muy importante, pues un nombre no es cualquier cosa. Miró fijamente a la pequeña ardilla y le pregunto: - ¿qué nombre te gustaría tener?. La ardilla se removió inquieta. Entonces se acordó del libro, de los patos, del viaje de Ulises... y volvió a preguntarle de nuevo: - ¿qué te parece Penélope? Y la ardillita, apoyo su cabecita, en señal de afirmación.

Achinó nuevamente los ojos y vio esas bolitas de luz que difuminan el paisaje. Era tarde, debía empezar a volver hacia el coche.




viernes, 15 de marzo de 2013

La vida es bella

Esta semana me gustaría acercarme al cine que nos vine directamente desde la "bota". Realmente, a no ser que te dediques a aprende esa lengua tan maravillosa que hablan, es muy difícil acceder al cine Italiano ya que no esta muy en boga.
Pero después de su época dorada con "La Dolce Vita", de la mano de Giuseppe Tornatore volvió a salir de sus propias fronteras y nos llegó con un precioso film titulado "Cinema Paradiso". Allí recuperamos la magia de la gran pantalla y todos volvimos de nuevo a soñar.

Años más tarde, como si de un sueño se tratase llegó a nuestras carteleras un film que recuperaba la Commedia all'Italiana, ese gran legado posterior al neo-realismo que se dio en Italia entre los años 50 y 80. No se si lo sabréis pero, la comedia a la italiana, durante muchos años trató argumentos dramáticos en términos cómicos. Y sin duda alguna el film que os propongo hoy, La Vida es Bella, lleva ese sello inconfundible.


Todo empieza cuando nuestro querido Guido, genialmente interpretado por Roberto Benigni se traslada a la bellisima ciudad de Arezzo, en la Toscana. No se si habréis estado, pero realmente os recomiendo un viajecito por la Toscana, allí encontrareis pequeños pueblos y ciudades llenos de un gran encanto. Lo mejor de ello, si os gusta el cine italiano es que podréis visitar pequeños rincones y Arezzo está lleno de ellos, como las visitas propuestas en paneles en diferentes emplazamientos de la ciudad. En mi visita, encontré la Piazza Grande, por la que alegremente circulaba Guido en bicicleta,  prácticamente inaccesible, debido a una feria de antiguedades.

Nuestro querido Guido, encuentra a su "principessa" y no duda en utilizar todos sus encantos hasta lograr conquistarla. Día tras día cuando se encuentra con ella, le dice: -Buenos días, princesa!. Ella es Dora, una maestra de escuela, interpretada por Nicoletta Braschi, que curiosamente es la esposa de Begnini en la vida real.


Son los momentos felices, los momentos en los que las situaciones mágicas y surrealistas se suceden. Quién no recordará la escena del caballo o la escena bajo la lluvia.
Son los momentos de él y ella, en los que deciden llevar una vida en común, llena de complicidad y amor de la cual será fruto el pequeño Guiosuè, interpretado por el jovencísimo Giorgio Cantarini, al que posteriormente también hemos podido ver en Gladiator.


Pero a partir de aquí, la historia da un giro y nos muestra la cruda realidad de una familia que es trasladada a un campo de concentración y como el amor de un padre por su hijo, enmascara con grandes fabulaciones la cruel realidad que están viviendo.

Tal y como empieza el film con esa voz en off que nos dice:  esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como una fábula, está llena de maravillas y de felicidad. Aquí nace la fabula, con fantásticas escenas como la de Benigni desfilando observado por los inocentes ojos de su hijo a través de una pequeña reja.

Es el momento en el que crueles sucesos se diluyen con la magia y de la genial mano de Benigni nos ayudan a evadirnos de tal difícil situación. Es el momento de recordar los inicios y la luz increible de la Toscana, es el momento de coger una bicicleta y poder pedalear con total libertad a través de la imaginación, logrando salir así del encierro al que están sometidos.

 

Curiosamente, después de sonreír cuando nuestros corazones están tristes, de captar la magia y la poesía con la que Benigni nos introduce en el film, llega el momento culminante el de la salvación. He de reconocer, que hasta ese punto, la interpretación y la película me parecieron redondas...pero, esa entrada triunfal de los tanques, de la cual sale el pequeño Guiosuè con bandera yankiee en mano...me mató.

A mi parecer era el momento en que Benigni se acordase se los miles de partisanos que dieron el todo por su patria, de esa resistencia que estuvo al pie del cañón y nunca mejor dicho. En fin...quizás, me hubiese gustado que acabase con el Bella Ciao, canción popular italiana del movimiento partisano.


Me gustaría acabar con la frase que dice Guiosuè : - Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mí.

Realmente es un regalo para nuestros ojos, ganadora de tres Oscar bien merecidos, al mejor actor, a la mejor película en lengua extranjera y a la mejor banda sonora. Y para mi cargada de esa luz incomparable que hay en una región tan encantadora como la Toscana.



domingo, 10 de marzo de 2013

Pastas de chocolate y nueces

Hace ya algún tiempo, una buena amiga, conociendo mis gustos por el chocolate y la repostería, sabiamente me regaló un fantástico libro de cocina titulado: "Recetas de chocolate" de la editorial Blume. 

Supongo que os preguntareis: ¿qué tiene de particular este libro? La respuesta es muy simple, nos habla del chocolate, de sus orígenes, de los mayas, del comercio justo...y como no, está repleto de deliciosas recetas, tanto dulces como saladas, que son toda una tentación para los más exigentes paladares.

En fin, que una vez en mis manos...decidí proponerme un reto, para aprender a cocinar tan delicado ingrediente. El reto no era otro que tratar de elaborar cada una de las recetas que tiene el libro. Un gran reto diría yo, porque hay más de 100 recetas. Evidentemente, no se si lo lograré, pero lo que tengo claro, es que al menos, mi vida se endulzará enormemente con tanto chocolate.

Y ahora que hablamos de dulzura, en este mundo en que vivimos que avanza y cambia constantemente, donde las nuevas tecnologías nos sorprenden día a día, y nos permiten conocer el trabajo de personas desconocidas que viven en la otra parte del mundo, me gustaría presentaros a Eva, una mujer de gran corazón, que me ha ayudado con algunos de los aspectos más técnicos del blog. Ella, madre, fotógrafa y bloggera, ha creado un blog , titulado maquilla tu blog, que puede ayudarnos muchísimo a los que empezamos en este mundo. Fue ella la que pacientemente, con teléfono en mano, me iba indicando los pasos para poder hacer el icono de conexión de Lío de fotos, el grupo de fotografía de flickr que hace un añito creamos junto a unas amigas. Así, que creo, que la dulzura de Eva y su dedicación merecen saborear este postre tan dulce que os traigo.


Vayamos pues, a por estas deliciosas pastas de chocolate y nueces. Evidentemente, en la receta original utilizan nueces del brasil, esas delicadas nueces de macadamia, que he cambiado por unas nueces más nuestras y autóctonas, de las que tengo la certeza que han sido bien cuidadas y recogidas, ya que son las que da el nogal del huerto de mi padre.

"Pastas de chocolate y nueces o mi particular versión de las pastas blandas de chocolate y nueces del brasil de Green&Back's"

- 175 gr de harina integral con levadura (yo utilizo la Bizcochona)
- 60 gr de azucar
- 75 gr de mantequilla sin sal
- 1 huevo grande
- 1 cucharadita de cafe de esencia de vanilla
- 2 cucharadas soperas de leche
- 75 gr de chocolate negro, con un mínimo de 60% de cacao, picado
- 75 gr de chocolate con leche, con un 34 % de cacao, picado
- 50 gr de nueces picadas
- una pizca de sal

Primero ponemos el horno a calentar a 180 ºC y una vez elaboradas las pastas las hornearemos durante 20 minutos.
Ahora sí, ya estamos listas para empezar a jugar con los ingredientes y hacer nuestras deliciosas pastas.  Tomamos un bol y derretimos la mantequilla en el microondas. Posteriormente, añadimos el azucar y batimos hasta obtener una cremosa pasta. Ajuntamos el huevo y veremos como al batir, la crema queda más esponjosa y ligera. Añadimos la harina, tamizándola. Este punto es muy importante, ya que si tamizamos la harina antes de usarla, eliminamos los cuerpos extraños y la aireamos. Pero, en esta receta, como utilizamos harina integral, veremos como al tamizarla, se separa el salvado. En este caso, conviene devolverlo de nuevo a la harina, ya que da un gusto peculiar a las pastas. Una vez que hemos mezclado la harina, la masa se nos habrá hecho más manejable y consistente. Es el momento de añadir, la vainilla y la leche. Que harán que al mezclarlas con la masa, esta quede más blanda. En este punto, ya disponemos de la masa para poder trabajarla un poquito de forma manual añadiendo el chocolate y las nueces y mezclando suavemente con la ayuda de una espátula.
Ahora llegamos al punto que más me gusta o al menos en el que más me divierto. Tomamos pequeñas cantidades y hacemos bolitas, entonces las aplastamos entre ambas manos, formando pequeñas circunferencias de unos 5 mm de grosor. Las disponemos sobre una bandeja del horno, que previamente habremos preparado, una al lado de la otra, dejando un poco de espacio por los lados, ya que al hornearse crecerán. Yo suelo utilizar papel de cocina y no se enganchan. Además, de que como te da para dos hornadas es totalmente re-utilizable.
Y después de unos 20 minutos en el horno ya las tenemos listas para tomar. Os recomiendo que esperéis a probarlas al día siguiente para desayunar, ya que la masa está como más reposada. Si, sin duda alguna son el complemento ideal para acompañar un chocolatito caliente.


Realmente, esta receta es muy fácil de hacer y bastante ideal para mantener la línea, ya que lleva poca azucar y harina integral. Y si tenéis niños, pienso que es una receta en la que ellos pueden participar y hacer de cocineros. Yo en el cole lo he probado con mis peques y se lo han pasado pipa, así que estad seguras, les encantará hacer esas bolitas y aplastarlas.


Eso sí,  si os gustan las cosas muy dulces, las encontrareis un poco sosas o quizás amargas, ya que el chocolate negro que llevan potencia ese sabor. Mi sugerencia entonces, es que cambies el chocolate negro por el ultra mega dulce chocolate blanco y quizás añadáis un poquito más de azúcar o de vainilla.


Ya veis, sanas y saludables, con ese dulce encanto que tiene el chocolate.

jueves, 7 de marzo de 2013

Seres duales

Él la deseaba.
Ella, en cambio, apenas sabía que existía. 
Ella lo deseaba. 
Él, en cambio, apenas sabia que existía.

Ella, fue educada tras los muros de las regias enseñanzas del temor y el pecado. Atrapada en un dogma que no entendía, de poco le servía su fe. Soñaba con poder dejar algún día ese lugar, del cual nunca había llegado a sentirse parte de él. 

Se miraba a sí misma, pero no se veía. Solo veía lo que los otros le habían enseñado a ver y ahora, se sentía igual que esa gran casona, con esa empinada escalinata que antaño había sido la envidia de todo el barrio; vieja y destartalada, aislada de un mundo del que apenas había podido disfrutar.


En cambio, él fue educado en la libertad de elección y a pesar de esa cojera causada por una poliomielitis mal curada, que le acompañaba desde su más tierna infancia; siempre tuvo el valor de ir más allá de sus propias limitaciones.

Es por eso, que hizo de su pasión su modo de vida y se dedicó una gran parte ella a viajar y descubrir nuevos lugares. En sus viajes, conoció muchas mujeres, pero en el fondo, él se sentía un espíritu libre y no se comprometió jamás.


Pero ahora, en su vejez, echaba de menos a ese alguien con el que poder compartir sus experiencias, su afecto, su pasión por la vida...a ese alguien que en el fondo, durante sus viajes, siempre había estado buscando.

Fue entonces, cuando paseando por esa ciudad en la cual ya llevaba anclado más de diez, descubrió una pequeña calleja que iba a parar de frente a un gran caserón. Giró rodeando la larga valla que lo hacia inaccesible y fue entonces, cuando descubrió una ventana, desde la cual ella se asomaba.


Fue extraño lo que sucedió, pero, durante las cuatro semanas siguientes, día tras día, él se acercó a ese lugar y allí estaba ella, esperando a que él llegara. Un día tuvo la valentía suficiente para llamar al timbre, quien se lo iba a decir, se sentía como un chiquillo que corteja a su dama.

Curiosamente, ambos congeniaban. Ella sabia escuchar con paciencia las miles de anécdotas que él relataba. Y él, disfrutaba de sus pastitas de té caseras, de sus tímidas caricias, de su belleza conservada. Había pasado mucho tiempo, mucha vida. Pero, finalmente se habían encontrado y ya no importaba cuanto tiempo había estado ella encerrada o cuanto él cojeaba. Había llegado el momento de dejar todo eso atrás.

  

Por fin estaban juntos. Se habían encontrado y era el momento de vivir de nuevo todo lo que por separado habían vivido cada uno. Era el momento de compartir desde la experiencia y de avanzar en el nuevo camino con paso firme apoyándose el uno sobre el otro.

Si, sin duda era su momento, el de ambos. El momento en el que siendo dos se sentían solo uno. Sin duda, era el principio del fin. El principio de dejar atrás la dualidad y poder sentir la libertad .

 
Nos guste o no somos seres duales y nos pasamos la mitad de nuestra vida buscando más allá de nuestro propio ser. Buscamos a ese otro, aquel que nos complemente y en íntima unión nos lleve directos a nuestra propia unidad.

La dualidad pertenece a nuestro mundo desde el principio del fin.

 

domingo, 3 de marzo de 2013

Los amigos de Peter

Mi siguiente propuesta cinéfila, es un pelín más intimista. Hace ya un tiempo descubrí que me gustan las pelis de grandes diálogos y grandes bandas sonoras. No se si os pasa, pero cuando me siento delante de la gran pantalla, me sumerjo tanto a nivel visual y auditivo, que siempre suelo quedar atrapada por uno de los dos sentidos. Hay películas, que visualmente, son fantásticas y otras, que quizás, no tengan una fotografía especialmente llamativa, pero en cambio, tienen ese "swing" musical que te atrapa con cada una de sus canciones. Y para mí los amigos de Peter consigue ese swing con su preciosa banda sonora.


Si, si algo tiene de particular este film dirigido por Kenneth Branagh, es que cada fotograma está acompañado de una nota musical, que consigue crear un vinculo emocional con él. Siendo prácticamente una historia rodada en interiores, con algunos planos largos en exteriores, son los diálogos y las relaciones entre los personajes, los que juntamente con las canciones de la banda sonora, nos sumergen en el pasado cercano y en la amistad.
Después de un pequeño flash back a los 80 donde el grupo de amigos afianza su amistad, la historia empieza en los 90 cuando Peter, un fantástico Stephen Fry, tras la muerte de su padre, se hace cargo de la gran mansión familiar y decide, juntar a sus mejores amigos para celebrar el nuevo año.


Con los acordes de My baby just cares for me de Nina Simone empezamos a descubrir al grupo de amigos que se dirige hacia el lugar de encuentro, la gran mansión de Peter y que culmina con la llegada a esta y el reencuentro de todos, al compás de You're my best friend de Queen.


Una vez allí...se entremezclan las diferentes historias: la de la entreñable Maggie, interpretada por una comedia Emma Thompson, que después de leer libros de autoayuda, siente el coraje suficiente de confesar su amor por Peter. La de Andrew, un ex-alcohólico interpretado por Kenneth Branagh, perdido en un matrimonio con una star de la televisión americana que se odia a si mismo. La de Mary y Roger Charleston, una pareja atrapada en el dolor por la perdida de uno de sus hijos, interpretados por Imelda Staunton y un desconocido Hugh Laurie. Y por último, la de la descarriada Sarah, que cada vez que un amor se compromete, sale huyendo de él, interpretada por Alphonsia Emmanuel.

Evidentemente, también esta Peter, genialmente interpretado por Stephen Fry, que como buen anfitrión a simple vista parece el nexo de unión de cada uno de ellos y él personaje que destapa cada uno de los recuerdos de amistad.


Sus historias se entrecruzan y a medida que se sucede el film, las hacemos nuestras. Es muy fácil identificarse con ellas, porque en el fondo detrás de cada una de ellas, está escondido un momento de la vida en el cual debes para a reflexionar para saber cual es el camino que quieres seguir.


Evidentemente, lo sublime de este film, es que es una oda a la amistad y a las verdaderas confesiones entre amigos. Sin más, es el propio personaje de Peter, el que al final del film, donde exasperado por lo que parece un encuentro desastroso, muestra un momento de sinceridad plena y aceptación de su yo frente a sus amigos, confesándoles su bisexualidad y su enfermedad, el sida.

Podríamos pensar que después de esto, nos espera un final trágico...pero no es así, ya que si algo queda claro es que no hay mejor brindis que el de la amistad y eso es lo que nos trasmite al final este grupo de amigos, el optimismo por la vida a pesar de las circunstancias y el verdadero valor de la amistad.


Además, los últimos acordes de la película, suenan a ritmo de Elton John con su I guess that's way the call it the blues y al de Daryl Braithwaite con As the days go by , quizá no sean canciones tan cercanas entre nosotros como las del principio del film... sin embargo, son un cierre fantástico a esta estupendísima película de amistad y pequeños momentos para compartir, con un lujo de banda sonora, llena de grandes interpretes de la música de los 80, que merece la pena destacar y si puede ser, os recomiendo tenerla entre vosotros, pues sin duda no os cansareis de escucharla jamás.