domingo, 10 de noviembre de 2013

Ecos lejanos de sirenas


Hace un tiempo que llevo pensando en abrir una nueva sección en el blog, en la que la palabra priorice a la imagen. A raíz de un reto semanal en el grupo de fotografía Lío de fotos, surgió una colaboración muy especial con Ali, una gran compañera y gran fotografa. Durante unos meses estuvimos retándonos haciendo caratulas de libros y creando su segunda parte. Después, del verano, la vuelta a la rutina no facilitó demasiado el poder continuar el intercambio y la propia Ali, me animó a continuase con ello...así que de esta manera nace un poco esta nueva sección.

Empezamos con una incursión en la novela de fantasía y con una historia titulada: Ecos lejanos de sirenas.





Capitulo 1.

Me encontraba buscando tesoros perdidos a orillas del mar. La tarde se estaba tornando calurosa, a pesar de que el sol ya había empezado a bajar buscando su ocaso. Había sido una de esas tardes poco fructíferas, en las cuales, después de largas horas, solo había guardado en mi mochila cuatro pequeños objetos metálicos. Normalmente, con lo que encontraba, trataba de crear mis obras y después me sacaba algún dinerillo con el cual poder llegar sin pasar hambre a final de mes.

Decidí tomarme un respiro y darme un baño, pues la calor ya empezaba a ser agobiante. Desde la gran noche, en la cual el mundo había cambiado, las horas de luz de las que disponíamos cada vez eran menores y el calor a medida que se acercaba la oscuridad, se hacia insufrible y sofocante.

Mientras chapoteaba en el agua, algo rozó mi pie izquierdo. Noté una punzada electrizante que durante una fracción milésima de segundo me paralizó por completo. Sentí como la angustia se apoderaba de mi ser e intenté erguirme en el agua, para alcanzar la orilla a pie. Al hacerlo, mi pie dolorido no soportó mi peso y me desvanecí en el agua, sumergiéndome en ella durante un par de segundos. Cuando salí a flote, nadé a brazadas largas, intentando no darme impulso con los pies y de esa manera, en cuestión de un minuto, ya estaba arrastrándome por la arena de la orilla de la playa.

Me senté y vi como la piel de mi pie izquierdo, estaba ligeramente rosada. Traté de buscar el mínimo indicio de una picadura, pero no lo encontré. No obstante, el pie me hervía y lo sentía como adormecido.

Decidí volver a casa y sumergir el pie en agua con hielo. Esa noche, algo extraño sucedió mientras dormía. Como cada noche había dejado la ventana abierta para que entrase algo de frescor al llegar el alba. Me desperté en sudores en la noche, con el pie totalmente inflamado e hirviendo como un volcán en erupción. Entonces, algo captó mi atención. Una dulce melodía llegaba a través de la ventana. Sonaba lejana, pero aún así, resonaba en mi interior y me llamaba. No entendía bien que decía, pero me hablaba, me susurraba palabras dulces de amor.

Evidentemente, gracias a la razón salí de ese estado de estupor y traté nuevamente de conciliar el sueño en la calurosa noche.


Capitulo 2.

Al día siguiente me desperté resacoso, como si hubiese pasado toda una noche en blanco bebiendo sin parar. Mi cabeza aturdida ralentizaba todos mis movimientos, con lo cual realizar mis rutinas diarias se transformó en toda una hazaña digna del más noble de los héroes.

La mañana transcurrió a medio gas, siendo incapaz de dejar volar mi creatividad para finalizar la escultura que estaba creando. Estaba como bloqueado y de repente, sentí la necesidad de salir al aire libre. Así, que cogí mi detector de tesoros y lo coloqué en el interior de la mochila. Después me calcé el mejor par de botas de que disponía y salí hacia la playa chica, la que estaba situada más al norte de la ciudad.

A medida que me acercaba a la playa, más a disgusto me sentía. Algo en mi interior no marchaba bien, tenia como nauseas y ganas de vomitar. Así, que sin dudarlo decidí retornar de nuevo a casa. Una vez allí, como por arte de magia las nauseas desaparecieron. No entendía nada, realmente estaba siendo un día muy extraño.

Hice un segundo tentativo de salir de casa, pero está vez, decidí volver a la gran playa, la que está situada más al sur de la ciudad y en la que ayer había encontrado cuatro cachivaches brillantes. A medida que más me acercaba a ella, mejor me sentía. En mi interior todo fluía, tanto que si me lo hubiese propuesto seguro que hubiese conseguido levitar.

Evidentemente después de la gran noche, muchos de nosotros habíamos despertado con nuevas capacidades, como a mi me gustaba llamarlas, y no era extraño ver hombres y mujeres levitando por el aire para ir a sus trabajos. Otros, como me sucedió a mi disponíamos del poder de la transmutación para cambiar el estado de los elementos del entorno a nuestro libre albedrío. A mi me gustaba utilizar mi nueva capacidad con fines creativos y así culminar mis obras. Otros en cambio, los utilizaban para beneficiarse con el dolor ajeno del prójimo, generando catástrofes diarias contra las que luchaba la SAT, nuestra Sociedad Anti Transmutación, que velaba por preservar la ley y el orden establecidos.

Una vez en la playa, embriagado por ese placentero sentimiento de libertad que mi sino albergaba, me lancé animado a buscar cachivaches por ella. Sabia que esa tarde la suerte estaba de mi lado y estaba seguro de que encontraría algo de mi interés.


Capitulo 3.

Realmente, la tarde fue fructífera. Encontré un vidrio pelado de los que antes se utilizaban para envasar las cervezas. Si mirabas a través de él podías ver como el atardecer se difuminaba en colores ocres, verdosos y amarillentos. También encontré una tuerca del numero 7, que seguramente había pertenecido a un eje de engranaje de una motosierra. Y mi mejor tesoro para ese día fue un tapón con tapa, del cual estaba más que seguro daría un buen uso como monóculo ocular en mi escultura.

Esos tesoros me llevaron a cuestionarme, lo que la mayoría de nosotros nos cuestionábamos cuando los encontrábamos allí, en la gran playa. Para todos ya era casi una cuestión trascendental y que casi se transformaba en un acto de fe, pues realmente era imposible, por no decir más que improbable que algún ser humano hubiese dejado allí esos objetos, ya que hacía cientos de años que habían dejado de utilizarse y que solo parte de alguno de ellos se exponía en los museos.

Eran esos misterios en los que los ilustrados pasaban el tiempo elaborando teorías, que la mayor parte de las veces era dificilísimo de corroborar. Mientras, me iba inmiscuyendo en mis divagaciones y pensamientos, creo que el sueño se apoderó de mi, llevándome a esos mundos en los que algunos de nosotros podían navegar de manera consciente, a los mundos del ensueño, donde la ficción y la realidad corrían juntas de la mano.

Mientras me encontraba descansando plácidamente sobre la arena de la gran playa, mi otro yo navegaba por el ensueño, sobrevolándome y observándome desde el cielo. Decidí activamente, descender hasta situarme justo al costado derecho, dando la espalda a mi propio cuerpo y mirando más allá del horizonte.

Fue entonces cuando la vi acercarse y su visión fue tan impactante, que rápidamente me llevó a mi cuerpo y me despertó.




Capitulo 4.

No podía ser real la visión que había tenido en el ensueño. Pero, era tan real, que si en ese momento la tuviese delante estaba seguro que la podría tocar con mis propias manos. Decidí abandonar los sueños locos y volver a casa a acabar mi obra. Estaba seguro que con el tapon de tapa, conseguiría un androide de lo mas interesante. Estaba claro, que la visita a la gran playa me había vuelto la inspiración.

Justo cuando salia de la playa, un haz de luz brillante que surgía de entre unos matorrales capto mi atención. Los matorrales estaban en la zona de aguas, aquella en la que el mar y la arena se mezclan y crean vida. Me acerqué a paso decidido y allí encontré un precioso objeto, un talismán de los antiguos en forma de camafeo. Estaba incrustado en una parte de la corteza del tronco de un arbusto y  en él podía verse dibujado el precioso rostro de una mujer, de pelo azul y larguísimooooo.

Pasé el día trabajando en mi inacabada obra, que cada vez iba tomando más forma. Estaba seguro de que esta vez conseguiría vendérsela al Sr. Marius, el representante de la galería de arte más importante de la ciudad. Hacia un par de meses que había contactado conmigo, interesado por mi trabajo, que había visto expuesto en el bar de Joe's y me había pedido si podía crear un androide con formas humanas.

Después de tomar un pequeño refrigerio antes de acostarme, decidí tratar de sacar el camafeo de la corteza para poder restaurarlo mejor. Era una pequeña antigualla que podría encontrar un buen precio de salida en los mercados clandestinos de Montferrer.

Acerqué mi dedo a uno de los bordes, el que estaba más saliente y traté de transmutar la corteza en algo líquido. Nada más iniciarse el contacto, un montón de chispas empezaron a saltar alcanzándome parte del brazo. Noté como empezaba a enrojecerse y  rápidamente fui a sumergirlo en agua.


Capitulo 5.

Nuevamente una noche horrible acababa de empezar. El brazo empezó a inflamarse, tanto que diría yo que mi temperatura corporal se elevó a más de los 38º C. Tenía fiebre. Así, que decidí estirarme en la cama dejando la ventana abierta para que la brisa nocturna llenase la habitación.

A fuera, parecía un infierno. El aire que apenas soplaba era muy caliente. Poco a poco, empecé a ceder al sueño y de repente me encontré fuera, desnudo caminando por el jardín. En el horizonte, una gran luna redonda parecía reposar calmada sobre el mar. Entonces, oí su voz, su susurrante y lejana que me decía: "Ricky, recuérdame".

Para recordar estaba yo. Continuaba avanzando a paso lento por el jardín y justo en el momento que iba a saltar la valla que daba a la carretera secundaria, su voz volvió a sonar insistente: "Ricky, por favor, encuentra el modo de recordarme".

Esto ya era el colmo. De repente, una corriente fuerte me hizo volar hasta el interior de la casa y desperté en mi cama cubierto de sudor. Miré el reloj de la mesita y vi que eran las 4 de la madrugada. Evidentemente, tras los picores me había quedado dormido. Mi brazo ya no estaba inflamado y a pesar de que me encontrase un poco aturdido, respiraba muchísimo mejor.

Entonces, me acordé del sueño y de la misteriosa voz de mujer que me pedía recordar. ¿Pero, que era lo que debía recordar? Sin duda, si continuaba así, tendría que ir a visitar a la gran Dama.



Capitulo 6.

Volví a quedarme dormido de nuevo. Esa vez, tuve un sueño precioso, tanto que al despertar me hubiese gustado continuar soñando. Nuevamente, me encontraba en la gran playa, descansando absorto mirando el mar. Entonces, la luz del sol se oscureció de repente, y el mar empezó a agitarse de manera bravía. Las olas, cada vez eran mayores, rompiendo fuertemente antes de llegar a la orilla. Otro en mi lugar, ya se hubiese alejado a un lugar más seguro. Pero yo era Ricky Mallow y como buen Mallow adoraba el riesgo. Así, que continué sentado en la orilla, como absorto esperando el gran milagro. Y de repente, el gran milago se produjo y ante mi apareció una preciosa mujer, de cabellos largos, semi desnuda, nadando ágilmente entre las olas.

Era de locos, pero situada frente a mi, con mirada libidinosa me hacia señas con las manos para que me acercase a ella. No lo dudé ni un segundo, mi razón hacia bastante tiempo que me había abandonado. Así, que me quité la ropa y me adentré en el bravío mar.

Las brazadas se me hicieron eternas, pero ella seguía allí, como flotando entre las olas alentándome con su mirada, cada vez más cercana y próxima. Finalmente, la alcancé. Cuando mi mano se posó en sus hombros, una corriente eléctrica erizó todo el bello de mi cuerpo y cuando sus labios carnosos rozaron la piel de mi cuello, el éxtasis divino hizo una catarsis en mi.

Fue entonces cuando la luz me llevó a la consciencia y desperté, solo en mi cama. Evidentemente, no estaba en la gran playa, ni ninguna maciza yacía a mi lado. Esa era la realidad de Ricky Mallow desde que Katrina me había dejado.

Capitulo 7.

Fui directo al baño por una ducha fría. El agua me reconfortaba en estos momentos pues en cierta manera calmaba mi corazón herido. Quería dejar de pensar en Katrina, pero después de ocho meses de su ausencia, aun seguía amándola. Y el agua fría, congelaba mi corazón y con él mis sentimientos se mantenían a ralla.

Evidentemente, vivía en un autoengaño consciente. La soledad se había apoderado de mi y solo mi arte colmaba mi inquieta creatividad. Era como si hubiese decidido morir atrapado en mi propia vida.

Pero, hoy me sentía diferente, realmente el sueño nocturno me había despertado y al mirarme en el espejo,  me sentía por primera vez libre y afortunado. Es tanto, que decidí salir a comprar unas verduras, unos boletus, algo de pescado fresco y un buen vino blanco para cenar.

Cuatro años de vida en común junto a Katrina habían cambiado mis hábitos alimenticios. Ella era una carnívora nata y generalmente, siempre había una presa de caza en nuestra mesa para cenar. Pero hoy, iba a ser diferente, me sentía afín al mar y evidentemente deseaba deleitarme con sus exquisiteces.

Pasé el día inspirado trabajando en mi taller. Realmente, había algo que fluía en mi, pues ya casi tenía el androide finalizado. Decidí darle un toque final, quizás aquel antiguo camafeo...pudiese servirme para ello. Así, que me puse manos a la obra y cogí la piedra de pulir, para al menos limpiarle un poco la cara al camafeo, visto que la noche anterior mis poderes de transmutación no me había permitido alterar su estado.

Situé el camafeo bien  apretado entre los ejes del torno y acerqué la piedra a él. Nuevamente empezaron a saltar chispas, pero curiosamente, cuando empezaba a tomar brillo, las chispas se transformaron en diminutas gotas de agua. De repente, me encontré con la mesa de trabajo llena de gotitas de agua. El sol incidió sobre una de ellas...y fue entonces, cuando vi una imagen ilusoria que me susurraba: "Ricky, aún así no me recuerdas..."


Continuará...



4 comentarios:

  1. Ana, es extraordinario, una historia mágica. Me gusta y espero....
    Muas!

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  2. Preciosos... me encanto la redaccion.....
    Saludos guapa----
    http://eveliza-tumisma.blogspot.com.es/

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    1. Muchísimas gracias por pasarte y comentar... Saludos

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