Durante todos estos días de ausencia, de abandono del blog, me he estado centrando en aprender a mirar. Si, cada vez voy descubriendo más la fotografía y su técnica...aunque todavía me queda un larguísimo camino por recorrer. Pero, mi forma de mirar está cambiando y me fijo en cosas que antes no me fijaba.
Sin más, ayer fue una velada muy interesante, pues en el cine, viendo anonimus, me fijé mucho en la composición de las imágenes, por donde venia la luz, como encuadraban, cuando había profundidad de campo...
Y la maravilla, llegó a la hora de cenar. Era como si un país entero se plasmase ante mis ojos. Que maravilla, poder percibir el mundo así! Ayer descubrí un rincón muy peculiar en mi querida Barcelona. En realidad se trata de un restaurante japonés y fue como estar allí, en un rincón de Tokio o de cualquier otra pequeña ciudad.
Desde de leí una descripción de los almendros en flor en japón, en un libro, "el viaje de teo", el interés por esa cultura y país tan lejano empezó a irrumpir en mi ser. Ayer había "zen" en cada rincón de ese pequeño restaurante. Ponían atención en cada uno de los detalles y esa forma tan ceremonial de relacionarse estaba allí presente. Describir cada una de las imágenes sería un poco tedioso, pero hablar de la poesía que había en cada acto es una forma de expresar la experiencia vivida.
El restaurante, no es el típico de sushi al que estamos acostumbrados, no...es un restaurante tipo grill, de carnes y verduras. Tienen pequeñas llars de foc, incrustadas en una mesa y eres tu quien te cocinas tu propia comida. Ese simple hecho, el de tener que poner atención a lo que estás haciendo, me hizo ver que fue una cena en la que casi no hablábamos entre nosotras, pues, la concentración en el fuego, en observar como la carne se hace, te hacia estar muy contigo misma.
Como experiencia fue muy interesante, pues descubrí un poquito más de ese país tan lejano, donde la carne más preciada es la del buey kobe, por la cual se paga precios desorbitados. Nos explicaron que esos bueyes toman sake cada día, les dan masajes y escuchan música. Solo podía pasar en Japón! Me quedé con ganas de poder ver la ceremonia del te...pero, simplemente con ver con que ceremonia nos ponían las brasas en la llar de foc, con esa calma y lentitud, de manera ordenada formando pequeños montoncitos, ya fue realmente embaucador.
Supongo que descubrí nuevos sabores, como unas patatas bravas estilo japones, con un ligero toque dulce. El pollo aderezado con sésamo y soja era espectacular. Probé un postre japones, el mochi...que no me convenció, demasiado contraste de texturas y a pesar de ser de fresa sabia a harina, todo y que está hecho de una pasta de arroz. Y como no...había que probar el sake caliente...un aguardiente muy peculiar.
Como homenaje a esa velada, os dejo un diptico de lo que me imagino debe de ser la explosión primaveral de los almendros en flor. Todo y que, no son almendros y las fotos no fueron tomadas en tan precioso lugar.
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