miércoles, 3 de julio de 2013

Una puerta que se abre

Continuando con la historia de el jardín de los secretos.

Tras una noche terrible de esas en que las sombras surgen de los más reconditos lugares y campan a sus anchas por el exterior...Celine se despertó un poco antes del alba, tremendamente agitada. 
Aún podía recordar el sofocado grito con el cual había despertado. Podía sentir su garganta dolorida y le costaba respirar. Odiaba sentirse así, pero esta vez era diferente, había sido tan real... 

A pesar de que tan solo había sido un sueño, estaba segura de que alguien la había tomado por el cuello y estaba intentando ahogarla. Pero allí estaba ella, sentada en su cama, con el corazón latiendo a alta velocidad, con la respiración entrecortada y sola. Si, estaba sola, salvo por las sombras que se veían en el jardín...y esa luna que en breve desaparecería y dejaría paso al día.


Intentó volverse a dormir, pero no pudo. No podía dejar de pensar en todas esas pequeñas cosas que ocurrían en su hogar.  A veces tenia la extraña sensación de que alguien más habitaba con ella, pero sabía que todo era producto de su imaginación... ¡No podía ser real! ¡Quería pensar que eso no era real!

Era tan curiosa esa atracción que tenía por su jardín. Ella que antes de llegar a esa casa, era conocida entre sus amistades por la "tueuse des plantes" y desde que habitaba ahí, se había convertido en una jardinera experta. En la ciudad casi no disponia de tiempo para ellas y las alimentaba de tanto en tanto...en cambio, ahora en la campiña, ese jardín se habia transformado en su pasión, rozando casi una obsesión.

Se asomó a la ventana del jardín, el amanecer habia dejado atrás la oscuridad del despuntar del alba y los primeros rallos de luz emergían entre los tulipanes.
Sintió la necesidad de salir, de caminar descalza hacia ellos y observarlos más de cerca. Y eso fue lo que hizo, salió. Mientras caminaba descalza, un respingo recorría su espalda, pues el suelo estaba mojado y prácticamente helado, tras la lluvia. Allí estaban, frescos y altaneros. 

De repente, decidió acercarse al cobertizo por las heramientas y cortar unos pocos, para ponerlos en el jarrón de la cómoda de la habitación.
Al abrir la puerta del cobertizo esta hizo un estraño ruido y se ladeó un poco. Miró atentamente y se percató de que una visagra había cedido y se habia salido del eje. Buf, le esperaba un nuevo trabajo que hacer. Menos mal, que la puerta era de madera y no pesaba demasiado.

Después de invertir como una media hora en la repación y que la puerta quedase como nueva, al revisar la juntura, se percató que en habian unas inscripiones talladas. Nunca antes había parado atención. Es más, sintió la necesidad de voltear todo el cobertizo y encontró, que en la ventana trasera, sobre los porticones había una llave dorada incrustada en ellos. Volvió corriendo al interior del cobertizo, por el martillo y el cincel. Lo tenia claro, picando alredededor de ella y haciendo un poquito de palanca, quizás pudiese extraerla.


Una vez que tuvo la llave en sus manos, la hizo girar y girar. ¿Qué es lo que abriría esa llave? ¿Por qué la habían incrustado en la puerta? De repente, un montón de preguntas empezaron a emerger en su mente. Eran como un torbellino que no podía parar y que la atrapaba creando la necesidad de encontrar las respuestas de todas ellas.

Evidentemente la gran pregunta la llevaba de nuevo al jardín. ¿Tendría alguna relación esta llave con la caja enterrada en él? Es más, ¿tendria alguna relacion con esa extraña carta de su interior? Y entonces, su inconsciente plasmó en su mente esa curiosa frase que martilleaba en su memoria: " Ma cherie... nunca dudes de lo que tu corazón siente cuando tus ojos te muestren la terrible verdad que se oculta tras las flores del jardin...".

Ya bastaba de preguntas...necesitaba las respuestas. Con paso enérgico y decidido volvió al interior de la casa. Al traspasar la puerta, se acordó del antiguo baul que había en el desván.  Subió la pequeña escalera de caracol que llevaba a la primera planta. Una vez allí, se dirigió a la parte posterior de la casa, la que daba a las habitaciones y al baño y ascendió por las pequeñas escaleras de madera hasta el desván.

Allí estaba el arcón. Su corazón palpitaba con fuerza, tanta que los latidos resonaban en sus oídos. Se acercó a la cerradura y metió la llave. Era increible... ¡la llave encajaba!. La giró un par de veces hacia la derecha, pero no sucedió nada. Volvió a probar de nuevo... pero, seguía como atascada. Decidió bajar por el líquido engrasador del coche y probar de nuevo. Al engrasar la cerradura, la llave encajó mejor. Y al girarla nuevamente, un leve chirriar dió la señal de que el arcón se había abierto.

Se sentía igual que una niña pequeña, cuando descubre un misterio por primera vez. Dentro del arcón, habían unos vestidos antiguos, un pequeño diario y una imagen espeluznante incrustada en un cuadro.


Parecia como un fotograma que habia sido transferido al lienzo. Y luego pintado con oleo y acuarela. Tenia un volumen muy singular, era como si sobresaliese de él. Pero lo más peculiar, eran los aros dorados de las ninas de los ojos. Si, ahora que lo tenia entre sus manos y lo observaba más de cerca, no tenia ninguna duda: eran dos alianzas incrustadas. ¿Quién había pintado ese lienzo? Y lo que es más importante ¿ a quién pertenecían esas alianzas?

Volteó el cuadro y en la parte posterior, encontró una inscripción que se leia borrosa. Decía algo parecido a:  "Remy: velaremos por ti, aun cuando creas que ya te hemos olvidado".

De repente, se sintió ahogada en ese espacio y decidió descender con el cuadro y el viejo diario al salón. Estaba tan nerviosa, que tropezó con la mecedora y cayó de bruces al suelo. Afortunadamente, no se hizo daño, pero como si de una señal se tratase el diario quedó abierto por una página, de la cual faltaba un pequeño trozo y el lienzo se desmontó un poco. Lo tomó con delicadeza y lo despositó sobre la mesa del té. Más tarde se pondría manos a la obra y lo arreglaría. Ahora, quería saber más y empezó a leer el diario por la página que se había abierto.

Decía: "23 octubre 1939, hoy es un triste día. Las hojas secas del viejo arce tapan los restos marchitos de las gerberas. Después de las noticias acontecidas, el miedo ha llegado a la aldea. Hoy hemos recibido la carta. Maurice tiene que partir al frente...Más lagrimas no pueden acudir a mis ojos. El desespero y la desolación me embriagan. Miro mi jardín y por primera vez en mucho tiempo lo veo marchito. No puedo pensar en su ausencia. "

Celine alzó la cabeza y con la mirada perdida en el jardín, recordo la "M" que había encontrado inscrita en la silla oxidada junto a las gerberas. ¿Perteneceria esa "M" a Maurice? Sin lugar a dudas, debía continuar leyendo ese viejo diario para descubrir más.





No hay comentarios:

Publicar un comentario